Promesas de sangre. Cap. 2

Capítulo 2. El ocaso se aproxima.


Clarissa lucía espectacular con esa larga y extremadamente sedosa cabellera. Los rayos del sol lograban que su cabello brillara radiantemente unos preciosos tonos castaños mientras el viento soplaba y se lo agitaba ligeramente y de la manera más coqueta que uno se pudiera imaginar. Se sentaron en la banca de una pequeña plaza que estaba en su camino junto a una fuente que, a pesar de lucir muy vieja y maltratada, aún cumplía su función de derramar agua a través del cántaro que tenía por emblema, pero sobre todo, aún derramaba inspiración entre las parejas de enamorados que acudían y se detenían a contemplar tan sencillo pero bello y relajante acontecimiento sonoro del agua corriendo una y otra vez.
Tenían las mismas ganas de hablar que las de quedarse callados; una sensación tan confusa como la realidad que se envolvía en la fantasía que vivían en aquellos instantes. El señor de los globos; los niños jugando a correr como si fueran autos; las aves que bajaban de los cielos para ser alimentados por septuagenarios que acudían cada tarde a ese lugar; todo hacía perfecto tal escenario tan sentimental y poético que el adjetivo romántico se quedaba muy corto.
Clarissa no paraba de conversar de su trabajo, su familia, sus amigos, su vida. Él no paraba de observar con atención los detalles de su belleza. Sus labios lucían delgados, tersos y humectados; sus ojos grandes y muy redondos pestañeaban y parecía como si el tiempo fuera más lento y se midiera en micras de segundo. El poco y sutil maquillaje que lucía en la cara, así como la modesta y sencilla rudimentaria que traía, expresaba ser una mujer discreta, natural y humilde, pero sin pasar por alto lo mucho que en sí llamaba la atención; o al menos su atención de él.

La opinión que ella se había formado sobre Gustavo desde mucho antes, fue que él era un hombre que sabía escuchar atenta y cuidadosamente. Además, la tenía acostumbrada a que todo lo que le tuviera que decir era importante para él. Gustavo no estaba de mal ver tampoco. Siendo un hombre que no se caracterizaba por ser del todo bien parecido, en sus rasgos traía algo que a algunas chicas les llamaba la atención. Quizá los rasgados que se le volvían los ojos al reír; o el reflejo de unos matices color café en el iris de los mismos. A lo mejor causaba interés con su peculiar forma de cruzar la pierna cuando más relajado se encontraba al platicar. 
Ambos se atraían de una forma u otra. Y los dos se daban cuenta de ello.

Algunas estrellas comenzaban a aparecer en el denso y rojizo tono del firmamento con toda la intención de brillar hasta que amaneciera al día siguiente como lo venían haciendo desde el primer día de la creación. Los pájaros de alrededor volaban de árbol en árbol para ir a casa a descansar. Las personas que comenzaban a dejar sus trabajos hacían lo mismo y para ello recorrían la colonial plaza en donde ellos se encontraban para llegar a sus hogares.
Para que nada de eso se quedara en el olvido, comenzaron a tomarse fotos en todas las poses que pudieran imaginarse. Las personas que pasaban por ahí se convertían en fotógrafos improvisados y capturaban a la pareja en retratos que más tarde planeaban imprimir. Y aunque lo que sentían no se podía capturar en una imagen o el papel, definitivamente era algo que no iba a poder desvanecerse de sus mentes tan fácilmente.

Clarissa sugirió ir a su casa para presentarle a sus papás, a lo que Gustavo asentó gustosamente.

—¡Vamos a mi casa para que te presente a mi familia! 
—¡Seguro, pensé que no lo dirías! Pero antes, ¿podríamos ir al hotel para que me cambie de ropa?

Más tarde, después de registrarse y que le asignaran habitación tras resolver un pequeño malentendido con la reservación, ambos se encontraban acostados en la cama platicando de lo rápido que se les había hecho el día. 

—¿Sabes? Todavía no me creo que ya estás aquí... —le dijo Clarissa a Gustavo mientras en sus ojos reflejaban la delicada y tenue luz que iluminaba la habitación—. Tengo una enorme sensación dentro del pecho que no sé como sacarme y expresar. Es decir, estoy muy feliz por verte y que hayas podido estar aquí conmigo, de eso no me cabe la menor duda; pero creo que aún me falta sacar algo más de mi interior para demostrarte todo lo que me haces sentir. Durante mucho tiempo pasó que esperaba el final del día sólo para que llegara el momento de ir a la cama y aguardaba a que te conectaras para que pudiéramos platicar. Esperar para que nos viéramos y nos contáramos todo. Tú sabes muy bien que hablo en serio. Y hoy, ahora mismo, estás junto a mí. Estás tan cerca que inclusive puedo respirar tu olor. Basta estirar mi mano para tocarte y sentirte una realidad. Todas estas sensaciones de tenerte conmigo son hermosas, pero... algo no me llena. Quizá sea el hecho de que sé que en dos días te regresas y todo será como antes. Que volveré a extrañarte y que ahora, luego de haberte conocido, me harás mucha más falta de la que ya me hacías.

Más explícita no pudo haber sido Clarissa esa noche que confesaba lo que en su mente rondaba. Un poco confundida por la carambola de emociones que traía, pero sin duda muy feliz de tenerlo con ella.

—No suelo prometer muchas cosas porque con el paso del tiempo he aprendido que las circunstancias en ocasiones me han hecho quedar mal y por ello evito hacerlo. Pero esto era algo más que una promesa. Era una necesidad el venir hasta aquí y conocer a la persona quien había acaparado todos mis pensamientos desde hace unos meses. Tenía que venir y comprobar que lo que me has hecho sentir hasta ahora no es algo que se tome a la ligera. Y sí, definitivamente es triste pensar que no va a durar mucho esto y me tendré que regresar, implicando así una separación. Una muy difícil separación... Pero no veamos eso ahora, por el contrario, vamos a aprovechar que nos tenemos y vamos a hacer que esta unión pese a lo temporal, sea motivo de ser recordada por años. 

Gustavo, quien también se estaba externando en ese instante, lo hizo de tal manera que Clarissa, tras escuchar tales palabras emotivas, no pudo contener las lágrimas que rebosaban de sus ojos llenos de ilusión por todo lo que significaba para ella.
Tan bello el momento como inoportuno el mensaje que Gustavo recibió en su teléfono. 

—Disculpa, olvidé que debo contestar algo —dijo para justificar la interrupción de la plática que tenían. 

Se levantó de la cama y tomó su teléfono para leer lo que le habían enviado. Mientras respondía rápidamente, lo hacía sonriendo: "Ha sido un día muy ocupado y cansado. De hecho aún no termino. Espero estar libre en un par de horas para poder llamarte. Sólo quiero decirte que te extraño mucho". 
Metió su teléfono al bolsillo del pantalón y se quedó pensativo por unos segundos. Se acomodó un poco el cabello con la mano y le recordó a Clarissa que sería mejor si se apuraban para que lo lleve a conocer a sus papás. Este se acercó hasta donde ella se encontraba y le acarició el rostro muy tiernamente mientras le despejaba el cabello que ocultaban sus bellos y un poco llorosos ojos. Le pidió que se sentara en el borde de la cama y entonces la sorprendió con un beso. Sus labios se friccionaron despidiendo chispas de sensaciones en el estómago. Las piernas les titiriteaban como si fuese invierno. La piel de los brazos se les encogía y arrugaba poquito. El sabor a gloria y deseo se hizo presente y se sentía como una ligera y repentina muerte que al mismo tiempo los hacía revivir en forma cíclica en cada movimiento de sus labios. Los latidos de sus corazones se sincronizaban el uno con el otro al ritmo del sonido del silencio que les acompañaba. Era un beso muy tierno y tímido, que para ser el primero, estaba siendo más que perfecto. Al despegarse, un pequeño chasquido salió de sus bocas cerrando así el momento cariñoso.

Los dos se miraron a los ojos y se sonrieron tímidamente. Ella se llevó el cabello por detrás de la orejas y él dibujaba en la alfombra diminutos círculos con la punta del pie. No había mucho que decir después de tal experiencia. Él se levantó de la cama, tomó su maleta y se dirigió al baño para cambiarse. 

—No tardo nada y ya nos vamos.
—Sí, está bien...

Cuando el cerró la puerta del baño, Clarissa se dejó caer de espaldas en la cama y se llevó las manos al pecho sintiendo como su órgano vital estaba por explotar. La sonrisa que habitaba en su rostro no podía ser más que justificada. Cerró sus ojos mientras recordaba los previos momentos que acababan de acontecer mientras se mordía sus labios.

Dentro del baño, Gustavo cambió completamente la semblante, su sonrísa se había fugado y en su lugar quedó una total y abrumadora seriedad. Se miraba fijamente en el espejo sin siquiera parpadear un segundo; como si estuviera reflexionando algo. Rompió la concentración, bajó la vista hacia su maleta y la abrió. En el interior no había más que una sola muda de ropa la cual obviamente no era suficiente para los supuestos tres días que estaría en la ciudad.


Continuará...

9 comentarios:

aLe dijo...

¿Para cuando el otro capítulo? Me gusto mucho :)

✿мαяє dijo...

Ahora quedo con más ganas de leer, escribes muy bien.

Me esperé hasta ahorita para leer con calma y tranquila, no pude ni pestañear y volví a leer.

Está hermosa la historia de Clarissa y Gustavo, vas bien, me has dejado con ganas de más.

Ya dale al teclado eh, que quiero ver que sigue a la de ya.

Saludos señorcito escritor :)

Anónimo dijo...

Pues no me pude aguantar a leerlo más tarde, y me gusto muchísimo. Ya quiero leer lo que sigue :D


Love you.

Diana. dijo...

Pinche Novak, me dejaste picada.
Haz un pinche libro de esto y me lo mandas por paquetería autografiado.

Comper. Beso.

Alexander Strauffon dijo...

El Gustavo: seductor que anda de cabrón, eh.

Anónimo dijo...

Es la 1:00 y te comunico que aún no me puedo dormir (te dije que era muy temprano cuando te fuiste, y podría estarme desvelando contigo) así que decidí volver a leer ambas partes de la historia, y cada que lo hago me gustan más y más.
Gracias por subirlo, gordo (ya era horaaaaaaaa, sólo prometías que estabas escribiendo algo y no veía avances jaja).
Y aunque a veces te haga dudarlo con mi humor que se encuentra en un constante cambio (cual señora en plena menopausia) tú sabes perfectamente que te quiero, porque si no te quisiera no aguantaría tanta pinche peleadera que tenemos siempre! Qué otra prueba quieres, eh? Jajaja

Y pues ya, es todo. Espero el final de este relato :)

Anónimo dijo...

Pinche carta te escribí arriba. Mega oso! D:
Me salí poquito del tema.

Novak dijo...

Oye, anónima, sospecho que eres una gorda estriosa. Y lo peor, sospecho que eres sextuitera. ¿Pero sabes? Mientras me quieras no me importará todo eso que eres. Y sí, no tengo duda de que me quieras porque soportarme está muy de la chingada y tú lo haces muy bien.

Te quiero, gorda estriosa de mi amor.

Anónimo dijo...

Y tú has de ser un gordo (estrioso también) y además con unas bolsas inmensas bajo los ojos >_____<

Te quiero, gordo apestoso.

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